viernes, 21 de febrero de 2014
Capítulo uno
Como le era imposible determinar desde
cuando había vivido en Inopia el escritor comenzó a contar la
manera en que tomó conciencia de que vivía en aquel país. Recordó
cómo desde muy pequeño había tenido sospechas de que algo extraño
sucedía en la manera de actuar de sus familiares, amigos y
conocidos, sobre todo por esas oscuras zonas entrevistas en los
pliegues nunca esclarecidos de sus palabras, en la contradicción
socialmente aceptada entre lo que se decía y lo que se hacía, en
sus actividades sin conexión con la vida sino más bien con los
ritos de las instituciones y los valores y convenciones de las
autoridades, en esos poderes y privilegios concedidos que entendía,
con candor infantil, que no emanaban de un poder de la naturaleza
sino de la incomprensible concesión de sus
conciudadanos.
La sospecha se transformó en duda al
conocer a X. Ya no era un niño y su candor se transformó en
conciencia. Primero supo que X no formaba parte de ninguno de los
grupos habituales, luego que ni siquiera era miembro de ninguno de
los grupos sociales permitidos ni prohibidos, ni instituidos ni en
proceso de constitución. Si carecía de criterios fijos en dónde
radicaba la opinión de X. Aún más, quién era X. ¿Cómo podía
ser alguien aquel que ni formaba parte de un grupo ni tenía una
ideología que seguir? Sin embargo parecía una persona normal,
integrada, incluso buena... ¿o quizá no?
Comenzó a observarlo, a seguirlo de
manera obsesiva, creyó incluso ser él. Un día desapareció sin que
nadie le pudiera explicar a donde se había ido. Con el tiempo supo,
no podía ser de otra forma, que había abandonado el país.
El recuerdo de sus palabras, de sus
gestos, de sus actos le acompañó durante mucho tiempo. Trató de
explicar lo inexplicable, pero no podía porque todavía seguía viviendo en
Inopia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario